“Me siento fracasada, porque no fui capaz de hacer realidad mi idea de familia”. “Es que yo aposté todo por esa relación pero ella no lo vio así y me siento fracasado”. “Mis hijos me verán siempre como un fracasado, por no ser capaz de haber continuado la relación con su madre, porque rompí la familia».
Estos son algunos ejemplos de afirmaciones que me expresan muy comúnmente personas que están viviendo o han vivido, una ruptura sentimental. Son ideas intrusas, insistentes, que no les ayudan a continuar en el proceso, aceptando la nueva situación, esa nueva realidad, y que dando un paso más en su duelo.
¿A ti te pasa lo mismo? Dime, ¿cómo dirías que te sientes en relación a tu ruptura?
En la década de los sesenta, los psiquiatras Holmes y Raher crearon la «Escala de Acontecimientos Vitales Estresantes» tras realizar un estudio de análisis de cinco mil casos clínicos. Después de la muerte de la pareja, el divorcio o la separación son las dos situaciones más estresantes que puede vivir una persona.
A la hora de definir el grado de estrés que provocaban las diferentes situaciones en la escala, estos psiquiatras, no sólo incluyeron sucesos negativos, sino que también atendieron otros factores como la incertidumbre que éstas generan, el cambio que suponen para la persona o que puedan sobrepasar los recursos con los que cuenta.
Y ahí está el quid de la cuestión. No sólo sentimos el fracaso ante una ruptura, sino que nos sentimos ante la adversidad de la incertidumbre, el abismo de no conocer el futuro tras los muchos cambios que se están dando y se van a dar en nuestra vida, y esto puede hacernos sentir vulnerables, frágiles e impotentes para afrontarlo.
El sentimiento de fracaso va ligado sobre todo a esa modificación necesaria de nuestros esquemas mentales con los que nos hemos movido hasta ahora en nuestra vida: qué significa para mí una pareja, qué significa ser el marido/mujer de, qué es para mí una familia, qué conlleva formar una familia, etc.
Y más aún: Dónde queda ahora nuestro proyecto común.
Se ha roto. Se ha desvanecido. La ruptura supone, además de dejar de ser pareja, dejar de tener un proyecto en común por el que esforzarse día a día. Así que, de repente, seas tú o no quien haya tomado la decisión de finalizar la relación, de un día para otro, ya no hay «sueños por cumplir». O al menos, en común.
Tras ser conscientes de que ese proyecto común ya no tiene sentido, hemos de trabajar nuestros esquemas que he mencionado antes, en los que hasta ahora se basaba nuestra vida, y analizarlos uno a uno y darles un nuevo sentido si es necesario. Para ello, hemos de tener una visión más flexible.
Hace un par de semanas, durante un proceso de coaching, comentaba con un hombre su esquema de qué significaba «familia» para él. Hasta hacía poco, entendía por familia a su mujer, sus dos hijos y él, y ahora se sentía aturdido porque le resultaba difícil aceptar un nuevo esquema de «familia»: sus dos hijos, su nueva pareja, el hijo de ésta, y él mismo.
Estaba en un momento de choque de trenes. Con herramientas de coaching, estuvimos trabajando ese esquema y consiguió una reestructuración cognitiva que le abrió de nuevo a sentir que un nuevo proyecto vital era posible, tan válido o más que el que anteriormente vivió.
Sagrario Latorre. – Psicóloga. Máster en RRHH. Máster en Psicología Clínica y de la Salud. Psicóloga Especialista en Coaching. Experta en Igualdad de Género. Socia Fundadora de Desarrollo y Personas Consultores.